Conciliar el sueño
Hace unas semanas estuve en la presentación de El libro de las adicciones (Vinilo), en el que varios autores relatan las propias. Joana D'Alessio leyó sobre Somit, una pastilla para dormir.
La toma cada noche, igual que su padre, su madre y su hermano. “Hay familias que veranean en la costa, otras que comen ravioles los domingos, otras que toman Somit”, escribió.
El Somit es una pastillita blanca, “preciosa, alargada y con los bordes redondeados”, que le cambió la vida. “Lo que sucede apenas la tomo es que me apaga el cerebro”.
Cuando habló del insomnio crónico que padece desde chica me recordó una escena en el refugio de la base del cerro Champaquí. Habíamos caminado ocho horas. Habíamos atravesado un bosque, trepado por las rocas, cruzado arroyos. El cuerpo estaba cansado, incluso agotado y, sin embargo.
–Uy, me olvidé el clona–dijo una de las chicas.
–Yo traje Diazepam, te doy–le ofreció otra.
–Tengo Alplax–se escuchó desde la cucheta de abajo.
Sonaba como un catálogo de golosinas. Una contó que también sufre insomnio crónico. Las otras dos buscaban asegurarse el sueño. Iba a ser una noche difícil: dormir entre doce desconocidos –potenciales roncadores (de mínima)– en un refugio a 2.000 metros de altura, y con diez grados bajo cero en el exterior.
“Cuando tomo el Somit es como si un enano entrara caminando en mi cerebro y desconectara un cable de un tirón. Zácate. Apagón. Una belleza.”
En los párrafos que leyó era todo tan genial que hasta ella misma bromeó con que parecía una publicidad de Somit.
¿No hay tiempo para pegar un ojo? ¿Es posible apagar cada noche el cerebro en este momento del mundo? (No solo por las pantallas, por el mundo). Olvidar todo por unas horas, dejarlo pendiente, y entrar en una dimensión sin control. ¿Da miedo el reposo?
Anoche me costó dormir. Daba vueltas para un lado y para otro como si atendiera un debate: qué dice la izquierda, qué dice la derecha. De aquí para allá, y la almohada se calienta. Hago excursiones de pies en busca de un trozo de sábana fría. Ahora la cama es una balsa y repto hacia el límite. Soy un vigía nocturno. ¿Debería usar linterna?
¿Qué hora es? No voy no a mirar el celular. Vuelta y vuelta, como un churrasquito a la plancha.
En un instante del que no tengo registro concilio el sueño. Me da curiosidad esa palabra. Conciliar: acordar entre dos o más personas o cosas. Hacer compatible. Encontrar un equilibrio. Conciliar entre estar despierto y dormir. Un momento de unión entre la mente y el cuerpo. Un milagro.
A medida que avanzan las páginas, la autora intuye que su pastillita preciosa no sería tan inocua. Detecta ciertos olvidos, confusiones, palabras que se le escapan. Investiga los efectos colaterales, pero se resiste a dejarla.
“¿Qué palabra voy a extraviar esta noche a cambio de ocho dulces horas de sueño? Honestamente, no me parece una mala transacción”.
*Los fotomontajes de los Sueños pertenecen a Grete Stern. Comenzó a publicarlos en 1948 para ilustrar la columna El psicoanálisis le ayudará, en la revista Idilio, de Editorial Abril.
Hola Caro. Si tuviera el don de poner en palabras lo que me pasa cada noche, no creo que hubiera podido describirlo mejor. Todavía, no probé ninguna de esas sustancias que se compran con doble receta archivada.... No me animo. Resisto, sin dormir, sin saber a ciencia cierta si los efectos adversos de aquellas son peores que los del insomnio tan tenaz. Saludos desde la resistencia insomne.
Precioso tu texto y la elección de los fotomontajes de Stern son perfectas. Ese libro es un joyita para quienes nos gusta el collage. ¿Habrá tenido insomnio? También me reí con las metáforas de izquierda y derecha jaja.