La gran tristeza
Me rompieron el corazón, estoy atravesando una gran tristeza, dijo una de las participantes. Para hacerse un bien o como manotazo de ahogado, decidió anotarse en la caminata.
No es un grupo de autoayuda, pero el mazo de cartas con preguntas ayuda a que salgan cosas. Apenas nos conocemos, todavía trastabillamos con los nombres (¿era Vanesa o Vanina?), y aún así salen cosas íntimas que parecen brotar de un cenote interior.
Y cómo es eso si apenas nos conocemos. Y cómo es eso si quizás no nos volvamos a ver. Es el viaje que obra en las personas.
Ella dijo eso, que estaba atravesando una gran tristeza. Usó la palabra atravesar, pasar a través. Habló desde el límite, como si estuviera en un desierto.
Al enterarse del viaje, el primer impulso fue sumarse, después dudó porque vendría sola y a último momento se decidió. Sabía que caminar en la montaña la confortaba. Venir sería un poroto a favor de la vida. Por eso está en calzas y zapatillas, lista para trepar a la cima del Champaquí.
La escuchamos once en una mesa larga. Tan acostumbrados al ¿cómo estás, todo bien? sin respuesta, semejante sinceridad podría haber sonado extraña, incluso cringe. Pero no, la abrazamos sin abrazarla con uno de esos silencios que hacen lugar.
Su tristeza me llevó al cuadro de Caspar David Friedrich que tanto me gusta: Caminante sobre un mar de niebla. El romanticismo alemán a toda luz, literal, ¿cuánto anduvo ese señor para poder ver?
A Caspar David Friedrich lo conocí hace una década, después de una tormenta. Salí a caminar por la playa descalza y hablé con un forastero que también caminaba descalzo. Era húngaro y recuerdo que mencionó al pintor, maestro de una luz excitada, que parece enferma, que mezcla el cielo y el infierno, que vuelve de una batalla. Que vuelve.
En casa lo busqué y leí sobre Caspar David Friedrich y, muchos años después, vi el cuadro del caminante en el Museo de Hamburgo. Me paré frente a la luz dramática, potente, luchadora.
Durante los tres días que duró la caminata, la chica de la gran tristeza pisó piedras antiguas, inclinó el cuello para admirar el planeo de los cóndores, cargó su botella de agua en arroyos de agua helada y escuchó el canto de una loica. Por momentos iba callada, apoyando el bastón en busca de seguridad. Sentiría el peso de la mochila y del sentimiento. También la vi ganar un truco, perder en el ping pong, y reírse a carcajadas con el resto del grupo.
¿Cómo se pasa una gran tristeza? ¿Se barre? ¿Se lucha? ¿Se acepta? ¿Se esconde? Preguntas que se hizo, quizás. Mientras tanto, paso a paso, atravesó el día más corto del año.
*Las pinturas son de Caspar David Friedrich.
❤️